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El Duelo en tiempos de Pandemia

Actualizado: 17 jun 2023


Tainã Rocha


Cuando somos niños aprendemos que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Aquí la vida es presentada como una línea recta, trazada ininterrumpidamente, en una constante que nos lleva al punto sin retorno que es la muerte. Aunque se trate de un hecho con que todo ser humano tendrá que lidiar en algún momento de su existencia, existe una tendencia a negarla, a vivir como si fuéramos inmortales. La muerte, en nuestra sociedad, es vista como una invasora, y buscamos evitar este encuentro a toda costa.

Sin embargo, cuando menos lo esperamos, como por casualidad, en un sobresalto, nos encontramos delante del final. La muerte se impone. Este encuentro fortuito con lo real, es decir, con lo imposible de simbolizar, nos fractura, nos divide. Por algunos instantes parece que perdimos las referencias. No hay registro de la muerte en el psiquismo, es irrepresentable; Por eso el duelo es tan difícil, porque requiere la construcción de un borde simbólico a una experiencia imposible de simbolizar.

El año de 2020 acercó la experiencia de la muerte a la vida cotidiana. Diariamente vemos en los medios de comunicación informaciones sobre la pandemia de COVID-19, el número de infectados y de muertos. Si antes la muerte era una imagen opaca, ahora aparece como una amenaza constante, haciéndose más palpable, densa, pura presencia. Esto genera angustia y requiere un trabajo psíquico que intente contener el exceso que produce esta amenaza irrepresentable de la muerte.

Para muchas familias, esta amenaza se ha cumplido. Mientras escribo estas líneas, tenemos más de 120 mil muertos en Brasil, víctimas del nuevo coronavirus. No se trata de cualquier muerte, ya que la muerte por covid-19 implica la imposibilidad de contacto y despedida. Y entonces surgen las preguntas: ¿cómo lidiar con el dolor de la pérdida cuando los rituales que creamos para lidiar con esta experiencia están restringidos y traen consigo la amenaza de contagio? ¿Cómo pasar por el duelo cuando los protocolos de salud hacen imposible la despedida?

La ceremonia fúnebre juega un papel importante, ya que ayuda a asimilar la pérdida, a simbolizarla y a iniciar la labor del duelo. ¿Qué efectos puede tener la imposibilidad de velar por nuestros muertos? Si pensamos en los familiares de los desaparecidos de la dictadura y también en las víctimas de naufragios, es posible ver cómo se dificulta el proceso de duelo. La psicoanalista Maria Rita Kehl hizo esta comparación entre los familiares de los desaparecidos políticos y los familiares de las víctimas del COVID-19 y trae como hipótesis un dolor sin fin:

“Necesitamos todas las ceremonias fúnebres para creer que una persona realmente no existe más en ese cuerpo que vamos a enterrar. Por eso el duelo de las madres de los desaparecidos políticos es interminable. Cómo quizás sea interminable el duelo de las personas que vieron a un familiar o amigo ser llevado al hospital y luego... luego nada. La persona desapareció porque su cuerpo no puede ser velado” (Kehl, 2020).

En el texto “Duelo y melancolía” (1917), Freud afirma que la primera reacción a la muerte de un ser querido es el shock y que hay una renuencia a aceptar esta pérdida. Es como si no pudiéramos creer lo que pasó. Aunque en la vida real se reconoce la pérdida del ser querido, en el psiquismo es como si este hecho no se asimilara de todo. Con eso, sentimos un desinterés por el mundo exterior, es decir, por un tiempo somos incapaces de invertir en otra cosa, solo pensamos en la persona que perdimos y sufrimos esa ausencia.

El trabajo del duelo pasa por integrar al yo lo perdido, es decir, aceptar la pérdida y hacerla parte de nosotros. Para Dunker (2019) es necesario entender qué se perdió en lo perdido y cuál es el valor del afecto ligado a cada rasgo de lo perdido. Una parte de nosotros muere con el otro, porque el que murió lleva consigo aquello que fuimos para él. Elaborar la pérdida de todo lo que significó esta relación irrepetible requiere tiempo, tiempo que no es cronológico, no es contable.

En el curso del duelo se alternan momentos de profundo dolor, bronca, tristeza, añoranza… Son sentimientos esperados y es necesario permitirse vivirlos. “Recuerdo, recuerdo más, hago reexistir a esa persona, recreo a esa persona y luego me doy cuenta de que ya no está” (Dunker, 2019). Con el tiempo nos encontramos conjugando verbos en el pasado al hablar de esa persona, hacemos presente su ausencia, evocamos su memoria y reconocemos en nosotros rasgos de ese otro, manteniendo algo de él vivo en nosotros.


El trabajo del duelo en tiempos de pandemia requerirá un esfuerzo de invención muy singular, y el uso de la palabra como mediadora en este proceso será de fundamental importancia. Y aunque el sufrimiento sea solitario y el duelo individual, contar con el apoyo de sus seres queridos, aún a través de reuniones virtuales, ayuda en la elaboración de la pérdida. Podemos crear nuevas formas de despedidas, homenajes especiales, construir memorias narrando momentos vividos con la persona que partió y utilizando el potencial de la palabra para eternizar estas vivencias. Con el tiempo, el dolor se convierte en lindos recuerdos, y descubrimos que podemos seguir sin esa persona, pero al mismo tiempo llevarla dentro de nosotros. Como dice la autora Hannah Arendt: “Se puede soportar todo el dolor si lo convertimos en una historia”.


Referencias


Dunker, C. (2019). Teoria do Luto em Psicanálise. Disponível em: https://revistapsicofae.fae.edu/psico/article/view/226


Freud, S. (1917). Luto e Melancolia. Rio de Janeiro: Imago.





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